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Paseo de mañana invernal por la desembocadura del río Guadalhorce, en Málaga. Uno de los pocos lugares junto al mar que quedan en la Costa del Sol donde todavía se puede disfrutar de la naturaleza en estado puro.
Gratificante al máximo el momento en el cual oyes el click de tu cámara sabiendo que acabas de capturar «algo» único que queda entre esa escena y tú.
Y una vez sentado delante del ordenador tienes la oportunidad de ir modificando esa imagen de cómo la capturó la cámara a como la viste y sentiste tú, quedando cosas tan maravillosas como éstas.
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Siempre que salimos de vacaciones vamos cargados de cámaras, objetivos, tarjetas, trípode etc, ¿qué mejor oportunidad para disfrutar de aquello que nos gusta en tiempo de relax?
Pero, ¿qué ocurre cuando nos entra el mono de hacer fotos? ¿preparamos unas vacaciones?
Siempre estamos soñando con pueblos perdidos, playas de idílicos atardeceres, ciudades súper metropolitanas llena de gentes y escenas misteriosas… sin valorar la diversidad de cultura y lugares que nos rodean simplemente por desconocimiento y/o desinterés por todo aquello que se sale de lo cotidiano.
Seamos turistas en nuestra tierra, hagamos lo mismo que si fuéramos de viaje.
Infórmate de los lugares, no los más visitados sino busca los de más encanto, no camines por la calle principal de tu ciudad, por la que vas siempre, hazlo por las callejuelas paralelas, infórmate de sus fiestas y su historia… Un pequeño secreto, infórmate de las historias esotéricas del lugar, siempre se desarrollan en sitios mágicos y emblemáticos. Piérdete por pueblos a los que nunca irías, habla con la gente, imprégnate de su cultura, esa sabia de cada rincón y que es la esencia del lugar. Y cuando lo tengas todo FOTOGRAFÍA.
Es en resumen lo que hacemos cuando vamos de viaje, ¿no?
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Vivimos en el mundo del “CLICK”, todo se hace por y a través de un click.
Siempre pensamos que si tememos la mejor cámara, no solo en precio si no en prestaciones, seremos capaces de hacer las mejores fotos y es una frustración ver después de disparar que no sale nada de lo que esperábamos.
Además de la preparación técnica, que es algo indiscutible, está lo que realmente importa: el saber qué buscamos cuando disparamos.
No hace tanto tiempo salíamos con la cámara y con un carrete para 36 fotografías, sí, sí, 36 fotos. Era un engorro cambiar de carrete y una pasta revelarlo después. Esto te obligaba a valorar cada “CLIK”, a planificarlo y meditarlo. Ya no te digo si llevabas focal fija y no un zoom, lo que te obligaba a moverte del sitio y a buscar un buen encuadre. Se interactuaba más con la captura, te hacía pensar más y a la larga sacarle más partido a una escena.
Muchas veces hacemos fotos sin saber por qué y para qué. Vemos una escena y sentimos la necesidad de capturarla pero nunca nos paramos a pensar si nosotros capturamos la escena o es ella quien nos captura a nosotros.
Decía Ansel Adams, entre otros, que hay que buscar fuera la imagen que tienes dentro. Al entender “realmente” por qué queremos hacer las cosas es cuándo podemos actuar y así plasmar lo que queremos.
Es magnífico descubrir qué quieres contar, buscar las herramientas y la escena perfecta y hacerlo. Te das cuenta realmente de por qué tirabas fotos sin saberlo. La voz esa que te susurraba al oído “dispara” ya no te susurra, ahora interactúas con ella y decidís cuándo y por qué hacerlo.
Ya se puede salir tranquilamente con una focal fija y un carrete, no de 36 si no de 12, porque sales a hacer “LA FOTO”, sabes cuándo, a dónde y para qué vas.
Ojalá en la vida todo tuviera tanto sentido o por lo menos fuéramos capaces de dárselo.
Os dejo el siguiente vídeo de Ansel Adams donde habla con más profundidad sobre el tema.
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Siempre hay un día o días que hemos etiquetado en nuestra memoria como «El primer día del resto de nuestra vida» por la especial importancia del hecho que ocurrió, cada uno sabe cuál o cuáles son. Para mí hoy es uno de esos días especiales. Hoy empiezo a dar vida, en forma de post, a mi ilusión de compartir y de haceros sentir lo que yo mismo siento a través de la FOTOGRAFÍA.
Todos hemos oído el dicho de «una imagen vale más que mil palabras».
Vemos motones de imágenes cada día pero siempre hay alguna, sin saber por qué, que nos llega al corazón por cualquiera de nuestros cinco sentidos. Esta es la magia de la fotografía, cómo una imagen plana puede ser una ventana abierta a un mundo en el que podemos vivir y sentir. Este es el objetivo a conseguir con este blog, abrir ventanas para sentir juntos con INSTANTES captados y robados al tiempo a través del visor de mi cámara, y también compartir la información y las experiencias que vayan surgiendo en el día a día de este «resto de mi vida». Nos vemos.